De forma muy genérica, cuando hablamos de tolerancia a la frustración
estamos definiendo la amarga sensación de impotencia, rabia y tristeza
por no conseguir aquello que deseábamos. La frustración es una emoción
percibida como negativa cuando no se llega a cumplir un proyecto, una
ilusión, un deseo.
Si no enseñamos a nuestros hijos a gestionar esa frustración, las consecuencias pueden ser nefastas.
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