La lectura es uno de los hábitos
más valiosos que los padres pueden inculcar en sus hijos. Y todo empieza por
los cuentos de la más tierna infancia. Con ellos se estimula el desarrollo de
los niños, satisfcen sus necesidades, es una forma de comunicación y relación
entre padres e hijos, un momento íntimo de afectividad... Con los cuentos se
aprende. Y también entretienen, divierten y se disfruta de muy cálidos momentos,
de risas, de sueños, del mundo de la fantasía, de la imaginación... Por eso,
nunca está demás, conocer algunos trucos, consejos, para que esa costumbre sea
uno de los mejores momentos de cada día en la familia.
De la mano de dos especialistas,
los padres harán disfrutar a sus hijos y disfrutar ellos mismos de los cuentos
de toda la vida, y de los más modernos. Jorge Casemeiro, director del Centro de
Psicología y Pedagogía Psicopaidos y asesor del Colegio Profesional de la
Educación, y Isabel Carril, directora de publicaciones generales de la
editorial Bruño, dicen cuál es la mejor forma de leer un cuento a nuestros
hijos:
—¿Qué es mejor un cuento narrado
o leído? Es más fácil narrar un cuento porque mantiene mejor la atención del
niño, ya que se le puede mirar a los ojos, captar sus gestos... Pero hay que
intercalarlo con cuentos leídos, porque así es más fácil que adquiera el hábito
de leer libros.
—¿Cuándo empezar? Desde que
nacen, en eso no dudan los expertos. La musicalidad de las nanas, de las
canciones, de las rimas, es una forma de que el bebé se vaya introduciendo en
las narraciones.
La lectura de un cuento puede
incorporarse en cualquier momento: siempre como un hablarle, contarle o
cantarle asociado a la presencia de un libro, que al niño le interesa como un
objeto de exploración oral y para manipular. Hay libros adecuados a los niños
cuando son tan pequeños: con texturas, colores y materiales que llamarán su
atención.
—¿Cuál es el mejor momento del
día para contar un cuento? Cualquier momento es oportuno. Sin embargo, contar
un cuento antes de dormir por la noche tiene muchas ventajas: es un momento de
intimidad entre el niño y los padres, de afectividad, es una oportunidad de
comunicarse... Esto tiene un efecto «sedante»: el niño se siente protegido y le
facilita conciliar el sueño. El cuento les relaja. Establecer esta rutina les
organiza la vida y saben lo que tienen que hacer, aportándoles así seguridad.
Cuando sean adultos también será ese el momento de leer un libro.
—Si el niño reclama leer un
cuento en cualquier momento ¿hay que hacerlo? Depende de la edad del niño y de
la disponibilidad de los padres. Los niños también pueden entretenerse solos
con los cuentos.
Son un recurso para afrontar
situaciones incómodas
—¿Hay que leerles cuentos todos
los días? Sí, de esta forma se establece una rutina que les aporta seguridad.
Un cuento es compatible con muchas otras rutinas: cuando viaja en coche, cuando
se baña, cuando está comiendo... Y es un buen recurso que ayuda en momentos
difíciles: cuando está nervioso, en una sala de espera o en un viaje... Esas
situaciones puede resultar muy incómodas para niño, el cuento le ayuda a
sobrellevarlas porque abre la puerta a la fantasía.
Si un día están cansados o
enfermos, y no quieren un cuento, hay que ser flexibles.
—¿Los niños pueden elegir el
cuento? Es responsabilidad de los padres conocer los gustos del niño y sus
preferencias, porque un cuento que no le guste va a fracasar. Y tener en cuenta
que el niño elegirá el material que previamente se ha puesto en sus manos, y
eso lo hacen los padres. En ocasiones, lo padres pueden utilizar un cuento como
un recurso para afrontar ciertas situaciones.
—Muchos niños quieren siempre el
mismo cuento ¿se debe seguir esta pauta? La repetición es una característica de
los niños, forma parte de su evolución, favorece el desarrollo de la memoria y
el aprendizaje. Además, les da seguridad porque se anticipan y saben lo que va
a ocurrir.
—¿Hay que evitar la televisión,
el móvil... al leerles un cuento? En efecto, cuantas menos distracciones mejor.
Evitar los aparatos eléctricos y favorecer un entorno tranquilo y silencioso
estimula la comunicación y la lectura compartida.
—¿Cuánto tiempo se dedica a la
lectura del cuento? Depende de la edad, de las circunstancias, de la hora... A
veces 5 o 10 minutos pueden ser mucho, y otras el mismo niño puede parecer
inagotable.
—¿Hay trucos para mantener la
atención? Lo primero es que el cuento interese al niño. Y después hay que ser
didáctico: dramatizar, implicarse... Y sobre todo no cansarle, ser flexible y
ajustarse a su rendimiento.
Hay que encontrar recursos para
mantener su atención: unos títeres o marionetas (fabricadas en casa) que salen
de detrás de la espalda o de un cofre les sorprenderán. También se le pueden
hacer preguntas porque les hace implicarse, pero sin abusar ya que pueden
perder el hilo del cuento.
Cuando los niños son pequeños, lo
mejor es completar el cuento y no tener interrupciones pues pierden el hilo de
la narración y el interés. Sin embargo, hay que tener una premisa: más vale
dejar el cuento a tiempo que contárselo por la fuerza. Leer un cuento debe ser
un momento placentero.
—¿Se debe escenificar, utilizar
gestos...? Lo importante es transmitir interés, sin forzarse en hacer lo que
resulta incómodo o artificial. Cada padre tiene un estilo a la hora de leer un
cuento. Cierta dramatización siempre es eficaz, así como recursos verbales
(cambios de voces, hacer pausas, el volumen o el tono de la voz...). Los gestos
también son útiles, pero puede bastar con usar la mano para señalar
ilustraciones u objetos que aparecen en el cuento. Por las noches, cuanto más
suave mejor, pues hay que ayudarles a relajarse.
Resulta de mucha utilidad que el
padre ensaye, controle y conozca muy bien el cuento que va a contar.
Existen muchos recursos para dar
entonación al cuento: librerías que organizan cursos de cuentacuentos, vídeos
en internet, libros que enseñan a contar...
—¿Hay que detallarles la escena o
mejor que utilicen su imaginación? Depende de la edad, de la concentración...
Pero detallar mucho la escena puede dificultar la narración y desviar la
atención. Además, es conveniente que también trabajen su imaginación. Lo más
importante es destacar y aprovechar aquellos detalles en los que el niño se
fija y muestra interés.
Se puede salir del hilo narrativo
del cuento, sobre todo cuando el cuento sea difícil de entender y no esté
adaptado al niño. Si hay palabras o frases que no puede entender por el
contexto o con el apoyo de una ilustración, es necesario adaptarlo a su
capacidad.
—¿Cómo se lee? Frases sencillas,
claras y breves. La complejidad verbal y escénica debe ir introduciéndose de forma
progresiva, inteligente y paciente. Nos podemos inventar el cuento
que leamos.
Al principio podemos recurrir a
las ilustraciones como guías sin necesidad de leer literalmente el texto. El
texto lo podemos abreviar o parafrasear, incluso inventarnos otro sobre la
historia. Lo importante es construir una trama simple y coherente que
reconforte y cautive al niño.
—¿Se pueden preguntar al niño
sobre el cuento? Sí, aunque no se trata de poner al niño a prueba, ni
agobiarle. Puede ser un recurso para mantener su atención, para su formación o
incluso para conocer su conocimiento de la vida y los sucesos que le pueden
haber ocurrido.
—¿Los cuentos tienen que acabar
con un final feliz? Sí, sobre todo en la primera infancia. El niño está
indefenso ante situaciones ambiguas y complejas que no está formado para
procesar y gestionar. Su seguridad radica en la visión del mundo que le
transmitimos. Necesita estructuras narrativas simples que le permitan
experimentar dosis adecuadas de sus propias emociones naturales desagradables
(rabia, miedo, tristeza) en un contexto donde las emociones naturales
agradables (amor, poder y alegría) resulten triunfantes. El cierre feliz
permite al niño dar por concluido el ciclo de la narración, tanto en términos
afectivos como en los de su propia estructura mental.
A medida que crecen, podemos ir
introduciendo nuevos finales.
—¿Cuándo dejar de leer cuentos?
No hay una edad exacta. La capacidad de leer por uno mismo va sustituyendo la
necesidad de que le lean. Cada niño lleva su ritmo y tiene que ser un proceso
gradual y suave: pasar de que le lean cuentos a que los lea él mismo.
Lo que está claro es que el
ejemplo lo dan los padres: si un niño crece en un lugar con libros y ve leer a
sus padres, hará amistad con los libros. Lecturas que luego se podrán compartir
y comentar en familia.
Fuente: M. J. Pérez-Barco / Madrid ,
publicado en ABC.es
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