Gritar es una costumbre muy fea. Cualquiera lo sabe y procura no hacerlo.
Pero a veces no bastan las buenas intenciones. Quién tiene hijos pequeños sabe
bien que las travesuras, rabietas y andanzas de los pequeños de la casa sacan
la impaciencia del más tranquilo. Muchos padres y madres se encuentran a menudo
«dando voces» y saben que ni es lo adecuado ni es lo que funciona, al menos a
la larga.
Y es que la teoría, como casi en todo, es mucho más sencilla que la
práctica. Llegar tarde al trabajo y lidiar con un enano en plenos terribles dos
años que en el último momento tira el colacao y hay que cambiarlo de ropa puede
desquiciar al mismo Job. ¿Qué hacer para no gritar a nuestros hijos? ¿Por qué
no debemos hacerlo? Como siempre hemos pedido ayuda al experto y nos contesta
cómo proceder. O al menos darnos unas pautas.
Ana Arroyo Urtasun es psicóloga en el Centro de Investigaciones y Terapia
de Conducta en el prestigioso centro Cinteco.
—¿Por qué motivo no se debe gritar a los niños?
—Cuando vamos a llevar a cabo una conducta es importante detenernos a
pensar las consecuencias que la misma va a provocar. Antes de nada, debemos
tener en cuenta que los adultos somos modelo de actuación para los niños y que
tanto nuestras acciones adecuadas como las inadecuadas van a ser aprendidas por
ellos, por lo que se recomienda reflexionar sobre los «modelos de comunicación
y resolución de conflictos» que les queremos transmitir. ¿Queremos que nuestros
“pequeños” aprendan a hablar a gritos como estrategia para conseguir lo que
quieren?
—¿Cuáles son las principales consecuencias negativas de gritarles?
—La conducta de gritar puede ser en ocasiones muy reforzante para los
padres o profesores porque perciben que cuando elevan la voz su hijo o alumno
les obedece. A corto plazo esta estrategia a veces resulta útil y por ello
continúan utilizándola, sin embargo, con el tiempo los gritos generan una
«tolerancia» en el niño y dejan de ser efectivos (se acostumbran a ellos), lo
que provoca que cada vez el tono de voz para que respondan tenga que ser más
elevado.
Otra consecuencia negativa sería la que ya hemos nombrado. El grito se
convierte en un modelo de comunicación. Los niños aprenden que si quieren ser
escuchados deben gritar. Recuerdo una escena que viví una vez en que un hijo
llamó a su madre gritando «MAMAAAA, MAMAAA», la madre le respondió «¡así no se
habla!» y el niño le replicó «así es como tú me llamas a mí». La madre no supo
qué replicar.
Este ejemplo nos refleja como los niños lo imitan todo, y si queremos
inculcar algo, debemos predicar con el ejemplo.
Otra motivo por el que el uso abusivo del grito es inadecuado es que el
grito deja de ser el reflejo del enfado. Si a un niño su padre o madre le suele
hablar en un todo bajo y un día le grita, el niño aprende que eso que está
haciendo le enfada a su padre/madre o que ese día él o ella está enfadada por
algo y es importante que actúe rápido. Si por el contrario el grito es lo
habitual, el niño no discrimina el enfado hasta que el volumen de la voz
paterna no llega a un nivel altísimo. Esto generará desgaste en el padre y
pérdida del criterio de realidad por parte del niño.
—Mucha gente cree que si no se levanta la voz no se consigue que te tengan
respeto, ¿qué opinas?
El respeto nada tiene que ver con los gritos. Respetar significa tener a la
otra persona en consideración, lo que lleva implícito el hecho de ser
escuchado. Creo que esta falsa creencia refleja una realidad que algunas
personas viven y que hace referencia a su propia experiencia de que si no
gritan no son escuchados. Es verdad que el grito llama la atención y es un
signo de enfado, ante el cual los niños suelen reaccionar, pero como ya he
explicado, el niño acabará acostumbrándose a él y el padre no sabrá ya como
imponer su respeto.
Existen otros modos de comunicar seriedad y severidad más útil y menos
desgastantes. Si analizamos el canal a través del cual queremos que le llegue
la información al niño, veremos que el grito llega por el canal auditivo, pero
el niño está tan acostumbrado a él que es posible que escuche las palabras como
ruido. Además, si está inmerso en alguna tarea que requiere concentración (ej:
jugando a la consola), es posible que ni lo escuche. Por el contrario, hay
otros canales con el que el niño puede salir de ese ensimismamiento, el táctil
(tocarle el hombro), y el visual (contacto ocular). Si está concentrado y le
tocamos el hombro se dará cuenta de que estamos ahí, una vez que esto ocurre
tomará contacto visual y en ese momento estará preparado para escucharnos.
Además si nuestra cara y gestos reflejan seriedad, comprenderá la importancia
de responder a lo que le están comunicando.
—¿Cómo se consigue ser asertivo con los niños?
Para comunicarnos con los niños de un modo asertivo (ni sumiso ni
agresivo), es necesario seguir los siguientes pasos:
•Acercarnos a hablarle siempre desde una distancia corta (no de una
habitación a otra).
•Asegurarnos de que sabe que le estamos hablando. Para ello establecer
contacto ocular.
•Hablar con voz calmada y firme. Utilizar un tono bajo e ir haciendo pausas
para marcar la importancia de las palabras. Ej: ve..a recoger… todos.. los… juguetes…
que…están ..en… la… habitación.. ahora
mismo.
El lenguaje que utilicemos debe ser sencillo y directo, sin preguntas ni
sarcasmos (evitar utilizar frases del tipo: ¿te parece bonito cómo has dejado
la habitación?, o ¿puedes ir a recoger la habitación?)
•El niño debe saber que si no se hace lo que se le pide habrá una
consecuencia. Por ello siempre que le pidamos algo debemos asegurarnos de que
lo cumple o de que se aplica la consecuencia. Si por desgaste dejamos de
insistir o le hacemos nosotros las cosas, el niño aprenderá a ignorar.
—¿Cuáles son las edades en las que suelen comprender que mamá está
enfadada?
—En torno a los 9 meses los niños ya comprenden que existen emociones
positivas y negativas. Cuando algo les llama la atención se giran a mirar la
cara de sus padres, buscan a través de su expresión facial información para
guiar su acción (ej: si oigo un ruido miro a mamá para tranquilizarme o
llorar).
No comprenden las causas que provocan el enfado pero saben que tras esa
emoción (cara seria y tono firme) hay una consecuencia negativa.
Los niños pequeños buscan por todos los medios el afecto de sus
progenitores y es la falta del mismo lo que les va a hacer comprender que lo
que han hecho no le gusta a mamá o a papá.
A estas edades tempranas el niño aprende a través de consecuencias, y no
tanto de palabras, por lo que no sirve de nada darles largas charlas. Para
lograr que respondan según nuestros deseos es importante aumentar la dirección
ej: si mi hijo va a tocar el enchufe cogeré su mano y la apartaré a la vez que
con cara seria le diré «NO».
A partir de los 3 años la comprensión del mundo emocional de los niños se
va haciendo más compleja y ya son capaces de atribuir causalidad a las
emociones básicas (si ven a su madre enfadada pueden anticipar que es porque ha
pegado a su hermano). Comprenden qué acciones generan enfado en sus padres por
lo que pueden anticipar las consecuencias de las mismas.
—¿Cuáles son las frases que sí se pueden decir y cuáles son las que no?
Frases que se pueden decir:
•En positivo: «Haz la cama», «Cuando termines recoge los juguetes».
•En negativo: «No me gusta que mientas»,
«No te dejo que juegues a la consola entre semana»
Frases que no se pueden decir:
•En positivo: «¿por qué no haces la cama?»
«¿Te parece bonito dejar todo tirado?»
•En negativo: «Eres malo»
«Ya no te quiero»
Y si alguna vez olvidamos estas precisas pautas y normas no hay que
dramatizar. Es bueno que los padres pidan disculpas a los hijos explicando que
eso no se debe hacer y que sienten haber usado los gritos. Los niños también
aprenden con el ejemplo que es bueno decir lo siento y pedir una nueva
oportunidad.
Fuente: Publicado por Gema Lendoiro en ABC.es
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